Los incendios han formado parte desde siempre del ciclo natural de los ecosistemas mediterráneos. En este entorno, la mayoría de las especies vegetales están adaptadas a un clima con veranos muy largos, calurosos y secos, lo que marca con claridad una temporada propicia para el fuego. De hecho, estos incendios naturales han actuado históricamente como un mecanismo de selección, influyendo en la evolución de las comunidades vegetales que pueblan la cuenca mediterránea.

Pero a partir de la década de 1960 la situación cambió de manera drástica. El número de incendios y la extensión de superficie quemada comenzaron a aumentar de forma continua. La gran mayoría de estos fuegos ya no eran fruto de la dinámica natural, sino consecuencia directa de la acción humana. Con el paso del tiempo, los incendios forestales se fueron consolidando como uno de los mayores problemas medioambientales en España.

Conviene recordar que el daño del fuego no se limita a la destrucción inmediata de la vegetación. Su impacto también se extiende a medio y largo plazo sobre la capacidad del suelo para sostener vida, un deterioro que en muchos casos puede llegar a ser irreversible.

Causas de los incendios forestales

En España, al igual que en otros países mediterráneos, la mayoría de los incendios tienen un origen humano. Los datos muestran que cerca de la mitad (alrededor del 48%) son provocados de manera intencionada, mientras que un 24% se deben a descuidos o negligencias. Solo un pequeño porcentaje, en torno al 7%, se produce por causas naturales, principalmente a consecuencia de rayos durante tormentas.

Existe además un grupo de incendios cuyo origen no se ha podido determinar con exactitud, que representan aproximadamente un 17%. No obstante, este porcentaje ha ido disminuyendo poco a poco gracias a la mejora de las técnicas de investigación en el propio terreno, lo que permite identificar con más precisión cómo y por qué se inician los fuegos.

Origen del incendio Porcentaje
Intencionados 48%
Negligencias 24%
Naturales (rayos) 7%
Desconocido 17%

Datos de 2013

Este panorama evidencia hasta qué punto la acción humana es decisiva en la generación de incendios forestales, lo que convierte la prevención y la concienciación en herramientas fundamentales para reducir su impacto.

Factores meteorológicos y climáticos

El comportamiento del fuego en un incendio forestal depende sobre todo de tres elementos

  1. La topografía del terreno
  2. La cantidad y tipo de vegetación que actúa como combustible
  3. Las condiciones meteorológicas

De estos tres factores, la meteorología es el que cambia con mayor rapidez y, además, el que puede preverse con cierta antelación, al menos a corto y medio plazo.

Por eso, la información meteorológica resulta clave en la prevención y en la lucha contra los incendios, ya que permite anticiparse a situaciones de riesgo crítico. Aspectos como la temperatura, la humedad, el viento o la posibilidad de tormentas influyen directamente en la facilidad con la que se inicia un fuego y en la rapidez con la que este se propaga.

Las tormentas como causa directa de incendios

Entre los fenómenos meteorológicos, las tormentas son prácticamente la única causa natural directa de incendios forestales. Esto ocurre sobre todo con las llamadas tormentas secas, que producen abundantes rayos pero muy poca lluvia.

En las regiones mediterráneas, estas tormentas veraniegas son relativamente frecuentes y, además, suelen venir acompañadas de rachas de viento fuertes y cambiantes. Esta combinación aumenta la peligrosidad de los incendios, ya que los rayos actúan como chispas capaces de prender en un paisaje donde la vegetación muerta se encuentra muy seca debido a las altas temperaturas y a la escasez de precipitaciones propias de la estación.

En países como Canadá o Estados Unidos, donde existen enormes extensiones boscosas y poca densidad de población, los rayos son responsables de casi la mitad de los incendios. Sin embargo, en España esta proporción es mucho menor: apenas un 4% o 5% de los fuegos se originan de esta forma.

Aun así, en determinadas zonas montañosas del interior, como el Sistema Ibérico, los rayos son la causa de hasta un 40% de los incendios registrados. Esto se debe a que en estas áreas se producen unas treinta jornadas de tormenta al año, concentradas sobre todo entre junio y septiembre. Muchas de esas tormentas descargan gran cantidad de rayos pero muy poca lluvia, lo que aumenta enormemente el riesgo de que las descargas eléctricas enciendan la vegetación seca.

Región % de incendios por rayos Observaciones
España (media) 4-5% Baja incidencia respecto a Canadá o EEUU
Sistema Ibérico ~40% Tormentas frecuentes, muchos rayos, poca precipitación

Datos de 2013

Influencia de las variables meteorológicas en el corto plazo

Las condiciones del tiempo influyen de manera decisiva en la posibilidad de que se inicie un incendio, ya que determinan la humedad de los combustibles vegetales y, por lo tanto, su facilidad para arder. Los elementos que cambian con mayor rapidez —como la lluvia, la humedad relativa, la temperatura o el viento— tienen un efecto inmediato sobre la inflamabilidad, en especial sobre los combustibles más finos y secos, que reaccionan casi al instante a los cambios de la atmósfera.

El nivel de humedad de estos materiales ligeros es clave: cuanto más secos están, mayor es la probabilidad de que una chispa, una brasa o incluso una pequeña pavesa logre prender. A continuación se explican los efectos de las principales variables:

  • La precipitación: Cuando llueve, incluso con cantidades muy pequeñas (a partir de 0,5 mm por hora), la humedad de la vegetación aumenta y la probabilidad de ignición desciende. Sin embargo, en veranos largos y secos, el efecto de la lluvia suele ser breve porque la evaporación es muy intensa.

  • La humedad relativa: Es una de las variables más determinantes. En un día de 25 °C, pasar de un 60% a un 30% de humedad relativa puede duplicar el riesgo de ignición. Además, esta variable fluctúa mucho a lo largo del día, alcanzando sus valores más bajos en las horas centrales, cuando el calor es más intenso.

  • La temperatura: Su efecto directo es más limitado que el de la humedad relativa, pero va en sentido contrario: cuanto más alta es, más fácilmente prende la vegetación. Además, al aumentar la temperatura del aire sin que cambie la cantidad de vapor de agua, la humedad relativa disminuye, lo que multiplica el riesgo.

  • El viento: Por sí solo no suele ser determinante en la sequedad de la vegetación fina, salvo en condiciones poco habituales de alta humedad. No obstante, su influencia global es enorme, ya que modifica las masas de aire que llegan a una zona y, con ello, las condiciones de temperatura y humedad.

Existe una situación meteorológica especialmente peligrosa conocida como "terral" o viento foehn. Ocurre cuando el viento atraviesa una cordillera y desciende con fuerza por la ladera opuesta. En ese proceso, el aire se recalienta y se seca, generando temperaturas muy altas, baja humedad relativa y ráfagas intensas. A esto se suma un cielo despejado y una fuerte radiación solar, lo que convierte al paisaje en un verdadero polvorín, con un riesgo extremo de ignición.

El papel de la meteorología en la propagación de los incendios

Una vez iniciado un fuego, las condiciones meteorológicas influyen de forma decisiva en cómo se desarrolla y se expande. El viento es el factor principal: actúa como motor del incendio al aportar oxígeno, marcar la dirección de las llamas y determinar la velocidad con la que avanzan. Además, regula la energía liberada durante la combustión.

Sin embargo, la acción del viento no puede analizarse de manera aislada. Su interacción con la topografía del terreno —valles, laderas, montañas— y con el propio calor generado por el incendio crea situaciones muy complejas. En algunos casos, el fuego modifica el campo de vientos locales, generando movimientos ascendentes que intensifican aún más las llamas.

También es fundamental la estabilidad de la atmósfera. Cuando el aire es inestable, se favorece la entrada de oxígeno y el ascenso de columnas de humo y calor, lo que facilita que el fuego se propague con rapidez. Por ello, varios índices de predicción de propagación de incendios incluyen este parámetro como un elemento clave.

Además del viento y la estabilidad, la velocidad a la que avanza un incendio depende de la cantidad de combustible disponible, de su grado de humedad y del estado de la vegetación viva. Estos factores, a su vez, están condicionados por variables meteorológicas como la temperatura, la humedad relativa, la radiación solar y la lluvia, no solo en el momento del incendio, sino también en los días o incluso meses previos, que determinan la sequedad acumulada de la vegetación.

Influencia de las variables climáticas a medio y largo plazo

La estructura de la vegetación y su grado de inflamabilidad dependen en gran medida del clima. Factores como las temperaturas promedio, el régimen y la distribución de las precipitaciones a lo largo del año, así como la cantidad de energía solar que reciben las plantas, condicionan cómo crece y se desarrolla la flora.

El ritmo de crecimiento de las plantas, sus fases fenológicas y la cantidad de agua que contienen están directamente relacionados con la evolución de las temperaturas y la disponibilidad de agua en el suelo. Por eso, en regiones mediterráneas con veranos largos, cálidos y secos, se puede definir con claridad una “estación de incendios”. Durante este período —aproximadamente de junio a septiembre— la vegetación muerta, y en menor medida la viva, alcanza un nivel de inflamabilidad muy alto, creando un riesgo considerable de incendios.

Factor climático Impacto en vegetación Resultado en incendios
Temperatura promedio Crecimiento de plantas y fase fenológica Periodo de vegetación más seca
Precipitación Disponibilidad de agua en suelo Vegetación muerta más o menos inflamable
Radiación solar Energía recibida por plantas Contribuye a sequedad y riesgo

Los datos históricos muestran que la superficie quemada cada año varía mucho según las precipitaciones veraniegas. Aunque las cifras se promedian a nivel nacional, se observa que años más secos coinciden con un aumento notable de la superficie afectada por los incendios. Esto confirma cómo las condiciones climáticas, tanto inmediatas como acumuladas a lo largo de meses o años, son determinantes en la intensidad y frecuencia de los incendios forestales en España.

Apoyo de AEMET en materia de prevención de incendios

Actualmente AEMET emite avisos con el nivel de riesgo de incendios. El nivel de riesgo meteorológico diario de incendios forestales está basado en el sistema canadiense y se calcula a partir de los datos de las estaciones meteorológicas de AEMET y de las salidas de un modelo numérico de predicción del tiempo.  Las variables de entrada del modelo de estimación de riesgo son: la temperatura del aire seco T (ºC), la humedad relativa del aire Hr (%), la velocidad del viento Vv (km/h) y la precipitación registrada en las últimas 24 horas Pp (mm). Los datos del análisis y pronóstico se refieren a las 12 UTC con el fin de obtener el valor de máximo riesgo diario, lo que sucede en torno al mediodía, si bien su valor tiene validez desde varias horas antes hasta varias horas después de las 12 UTC.

En la AEMET los datos que intervienen en el cálculo de los niveles de riesgo proceden de su red de estaciones sinópticas y automáticas y del modelo CEPPM (resolución espacial de 0.05º y ventana de trabajo de 47.367 puntos de rejilla). Cada punto de rejilla se sitúa en el centro de un cuadrado o píxel de 5 km de lado, por tanto, las variables de cálculo son representativas de un área de 25 km2 o 2500 ha.

El riesgo de incendio se estratifica en cinco clases o niveles de riesgo (bajo, moderado, alto, muy alto y extremo) que serán indicadores de la probabilidad de ocurrencia del fuego así como de la extensión e intensidad del mismo.

Este artículo es un resumen del capítulo "Los Incendios Forestales en España" escrito por Antonio Mestre Barceló (AEMET), perteneciente al libro "Fenómenos Meteorológicos Adversos en España" de 2013.